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22 de mayo de 2014

DIARIO DE AMPARO Y DEVOCIÓN - CAPÍTULO 9.- "Besar tu mano, acoger tu mirada"


CAPÍTULO 9.-
"Besar tu mano, acoger tu mirada"


21 de mayo. 11 de la mañana.

Compromisos fotográficos adquiridos previamente no me permiten acudir a la Basílica antes de esta hora. La plaza de la Virgen está casi llena de personas devotas que quieren cumplir la promesa de visitar a la Madre. Hace buen tiempo, nubes y claros, con un sol que no molesta en exceso, pero muchos tratan de calmarlo con paraguas y gorras con una imagen de la Virgen.


Hay varios espacios con recuerdos y detalles marianos: el de siempre que mantienen los Seguidores, con una mesa extra en el camino hacia la visita; otro de la Fundación Maides con esas ya conocidas pulseras y una variedad de objetos con fines solidarios. También llama la atención una curiosa máquina que por pocas monedas permite acuñarse una singular de la Mare de Déu.

Mi primer paso es una toma general desde la  Casa Vestuario, propiedad municipal y en cuyo piso principal hay una silenciosa biblioteca repleta de estudiantes. La vista es motivadora porque desde las 7 de la mañana (una anciana del Grao ha sido la primera) hay personas en cola y un objetivo común: "besar tu mano".



Ya en el interior de la Basílica me siento de nuevo como en casa. La imagen principal ha dejado el protagonismo a la que ahora peregrina a barrios y pueblos, la del Traslado y la solemne procesión en la fiesta. Es la ocasión para verla de cerca, lo más posible, al menos una vez al año. La entrada por la puerta principal, un giro pasando por la capilla de San José y -paso a paso- cada devoto se presenta ante Ella, la Virgen de los Desamparados, que tanto conoce, escucha, aconseja y ampara como una buena madre.



Más que fotografiar instantes siento que debo acompañar a cada persona que pasa ante María. Una historia anónima, una realidad personal: captar la esencia del encuentro desde todos los ángulos posibles. La panorámica desde el órgano me regala la fotografía del día: la puerta principal con luz y la gente entrando se refleja en el tapiz que oculta la imagen del altar mayor.

8 de la tarde.

Llego con tiempo para sentir nuevos momentos de la jornada. Tengo la misión de fotografiar la presencia del arzobispo de Valencia, habitual en este día. Así, tras saludar a muchos visitantes en plena plaza, el prelado se presenta ante la Virgen y pasa varios minutos arrodillado ante Ella a una cierta distancia, mientras sigue el paso de un centenar de fieles más. Su reverencia ante María, el beso en su manto y un breve coloquio con la mirada, me permiten ser testigo de otro momento emotivo y espiritual.



Medianoche.

La plaza sigue con gente. Tras varias horas entre mañana y tarde, cumplido el compromiso de enviar fotgrafías que sean publicadas, he regresado al lugar más concurrido de la ciudad. Tras su visita a la Virgen, he podido comentar con el arzobispo Carlos Osoro el privilegio que he tenido al poder colaborar en el Besamano con la fotografía que llevar la estampa que cada devoto recibe, así con las del especial del semanario "Paraula" (portada incluida) que se distribuye gratuitamente a la salida del santuario.


Poco a poco la plaza va quedando desierta y la Basílica acoge a las personas que cierran esta jornada tan particular. Es la 1h.21´de la madrugada cuando entra el último. El arzobispo ha vuelto a arrodillarse ante la Virgen hasta que termina recorrido popular. Oraciones, cantos marianos, la emoción de verse cómo la imagen peregrina, disponible durante casi catorce horas ininterrumpidas, es trasladada a su aposento habitual por un grupo de seguidores.


Así, tras besar tu mano, todos los presentes alzan la vista para acoger tu mirada y contemplarte, Madre, de nuevo el altar mayor. Una palabras, sencillas y motivadoras del arzobispo en la despedida:
"pero, ¿habéis visto cuánta belleza? Pues ahora que cada uno se sienta amado y haga lo mismo en su vida".


Son más de las 2 de la madrugada. Regreso a casa meditando este largo día, en el que he visto a tantas personas besar tu mano y en ellas he percibido tu mayor amparo. Gracias, sencillamente gracias.

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