ENCUENTROS Y FIESTA DE LA ALEGRÍA
Como seguramente sucedió a las mujeres camino del sepulcro
de su Jesús querido, levantarse por la mañana el domingo de Resurrección es una
experiencia que invito a realizar cada año. Tras una semana de diez días
especialmente intensa, algo confusa por circunstancias ajenas, con la gran
carga visual, emocional e intensísima en lo que acontece al espíritu, hoy he
dispuesto mi alma rumbo a los Poblados Marítimos en general.
Tres encuentros gloriosos me esperaban en el programa
preparado a conciencia y todo se ha cumplido. Primeros detalles en el
Canyamelar con Cristo y la
Virgen bajo la lluvia de pétalos de rosa, acompañados por
vítores, pólvora, aplausos y música de gran solemnidad en honor del Resucitado
y su Madre, de blanco y dorado de fiesta grande.
En el Cabanyal, la visión desde un balcón de providencia me
permite captar a la Virgen
de los Dolores junto a todo el barrio mientras escuchan la Palabra de Dios que
muestra a Jesús Resucitado, allí presente en un encuentro memorable. Mi corazón
se abre a la mayor alegría de esta travesía cuando los granaderos liberan a
María del velo de su desolación: ¡ Cristo vive ¡
Más tarde llega la experiencia en el Grao, con el memorial
por los seres queridos en el puerto.
La corona de laurel que tomará el mar
Mediterráneo precede a Jesús de Medinaceli vestido con túnica blanca de
resurrección, que brilla al sol de la mañana de Pascua poco antes del mediodía.
Me dispongo a completar la ruta prevista hace ya muchos
días. Y comienza un gran desfile de gala, pleno de color y alegría desbordante.
Es el contraste con la tarde de viernes. Aquí destaca el ritmo trepidante, la
música contagiosa y pegadiza que invita al aplauso con que cientos de
valencianos, vecinos de todos los barrios marineros y muchos turistas, acogen
el paso de personajes bíblicos, bandas de música y miembros de todos los
colectivos participantes en esta gran experiencia semanasantera valenciana.
Renovados
semblantes de gozo, expresan cada flor que regalan mayores y pequeños sin ceder
la marcha por las calles del Marítimo: es la alegría por la Vida que nos trae la Pascua. Nuevamente
un balcón cedido de corazón permite una panorámica que no dudo en inmortalizar
como testimonio personal de la magnitud de esta fiesta y tradición valenciana.
Se acerca el final, lo intuyo. Vuelvo al inicio, aquella
plaza del Rosario donde la tamborrada del jueves en la Retreta marcaba el inicio
de un periodo de reflexión personal y me abría las puertas de un camino ávido
de imágenes y palabras con sentimiento y flash. Apenas unas calles más
acompañando a la Hermandad
del Santo Sepulcro que, en la plaza de la Cruz, promueve la original silueta del caracol, tradicional convocatoria para
la despedida final abierta a la fraternidad en un nuevo encuentro glorioso.
Más que el fin, siento que esto es el comienzo de un camino
nuevo. El equipo fotográfico ha respondido bien, las tarjetas de memoria han
asimilado experiencias sublimes, las baterías han entregado todo su potencial,
la bici ha resultado vital para transportarme por la cubierta tantas veces y en
todas las direcciones posibles. Observo el frágil recipiente – en otras
palabras, mi corazón - rebosante de sentimientos a valorar.
Marcho de la Semana Santa
Marinera convencido de que ha valido la pena entregar once días para recoger
una porción de esperanza. Como suele decir un católico coherente que conozco y
al que admiro también por su música, “Él va siempre delante y nos guía en el
camino que lleva a la eternidad”.
¡ FELIZ PASCUA ¡
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