LA CONTEMPLACIÓN DEL
AMOR
Y de repente, la
lluvia. Era probable que llegara pero no me resistía a aceptar que el mal
tiempo condicionara esta travesía hasta ahora tan afable en el aspecto
climático. Además, por eso de que los imprevistos nunca llegan solos, un
despiste técnico ha descompuesto mi programa a la puerta de Santa María del
Mar, con el estruendo de tambores en los
minutos previos al Acto de la Profecía.
Cuando estoy en disposición de captar algo, la tarde ya lleva
ritmo de marcha con la complicación de las primeras gotas de lluvia convertidas
en un chaparrón antológico. Son momentos de confusión pedaleando hacia el
Rosario y sin poder disparar una sólo fotografía.
Aquí surge de nuevo la vocación, el sentido de mi presencia
en esta gran cubierta marinera. Asumo la nueva situación y retomo el reto: vivo
el presente desde el gran amor que siento derramado en mi corazón, que me hace
buscar la presencia de Jesús en la capilla del Santísimo Cristo de los
Afligidos en forma de monumento eucarístico. En su bóveda el Santo Cáliz
preside la histórica salida de Cristo por el Canyamelar. Aquí no llueve, el
misterio del amor de Dios conforta el alma.
Como me dice un feligrés de la parroquia, ésta es una tarde
de voluntades; porque la visita a los Monumentos se convierte en una opción
personal. Las parroquias estarán de puertas abiertas y el Santísimo Sacramento
acogerá a quien visite a Jesús en su forma permanente.
La segunda parada es en Cristo Redentor- San Rafael
Arcángel. Sigue lloviendo y el chubasquero sigue rechazando agua, el gorro
polar y la bufanda - que me acompañan siempre - me resguardan manteniendo mi
cuerpo con el calor físico, mientras mi mente se esfuerza por asimilar un nuevo
estado de ánimo. De nuevo Jesús sacramentado, silencio y oración. Fotografiar
al Amor de los Amores resulta un atrevimiento si no hay donación personal, por
lo que de nuevo me arrodillo, medito, me preparo interiormente ante este altar
preparado para dar testimonio de Dios Amor. Capto detalles, entrego el alma.
La parroquia de los Ángeles me acoge con el Cristo yacente a
primera vista, con la gran capilla de la Comunión en la que resplandece el Santísimo en
mil detalles originales que suscitan recogimiento y coloquio en la intimidad
del sagrario.
La noche es propicia para visitar domicilios particulares,
cofradías y hermandades con presencia de imágenes. Son momentos de fraternidad, oración y archivo
fotográfico. Me halaga la gran hospitalidad, la complacencia hacia el
visitante. Me faltaba el monumento de la capilla del Negret en el Grao y allá que voy que cumplimentarle; es el momento
de la Hora Santa
y resulta apropiado crear un nuevo momento de paz.
Ya es tarde, pero todavía hay programa y EOS me acompaña. Si
bien la procesión del Recogimiento se ha suspendido por el tiempo inclemente,
sí que ha salido a la calle la de las Antorchas, que permite una estampa de la
plaza del Rosario con el Nazareno entrando en el templo. Y finalmente la
procesión de la Juventud
en Cristo Redentor, donde una niña porta a Jesús Crucificado en lo que resulta
una de las dos imágenes de impacto de la noche.
La otra estaba por llegar. Regreso hacia el coche, bici en
mano, cuando me detengo ante el Cristo del Buen Acierto en su hermandad -
puerta cerrada tal vez a hora temprana -pero con una estampa que no quiero
olvidar. Jesús en la Cruz,
Juan y María a los pies. La iluminación es a través del cristal, con una farola
de la calle y una cruz de bombillas de la hermandad vecina. Vuelvo a
arrodillarme varios minutos y siento que capto la esencia del Viernes Santo que
está al llegar.
SENTIMIENTO Y FLASH: LA OTRA MIRADA
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