LA REALIDAD DE
LA CRUZ
Siento un enorme respeto por el Viernes Santo. Se me antoja
el día más largo de la
Historia, porque en él sucede todo: el sufrimiento, la
entrega, el abandono, la confianza extrema. Tengo la seguridad de que no hay
opción y que la travesía tiene que pasar por esta jornada particular, porque
habrá un antes y un después en mi camino.
Me preocupaba no faltar a la cita matinal debido a mi
cansancio acumulado, pero ha ido bien. Cumpliendo los horarios y los plazos, el
encuentro de los Cristos del Salvador con el del Salvador y del Amparo ha sido
muy acogedor en la puerta de la casa donde me despedí la noche del martes.
Luego todo ha ido muy deprisa, por la avenida del Mediterráneo hasta las vías
del tranvía y con ríos de gente llevando en volandas ambas imágenes hasta el
abrazo emotivo y la despedida ya cerca del Paseo Marítimo. A primera hora la
playa acoge al Cristo del Salvador y la corona del laurel, recogida por las
olas que acarician la arena de la playa, expresa el sentimiento marinero por la
memoria de sus seres tomados por el mar hacia eternidad. Entro en el mar,
cámara en mano, acompañando el gesto y haciéndolo un poco mío.
Hace muy buen tiempo y la calle de la Reina destaca por sus
novedosos adornos florales, así como muestra los preparativos para una larga
tarde de pasión sagrada. Las sillas caseras atadas con cuerda a distancia cerca
de las aceras contrastan con las butacas uniformes apiladas junto a la tribuna
de preferencia. Pero esta vía sólo resulta un lugar de paso porque mi objetivo
es vivir en primera persona los Via Crucis de la mañana. Sé que sólo puedo
llegar a dos de ellos, así que hago mi elección. En el Rosario, siguiendo por
la calle los pasos de Cristo hasta la plaza de la Cruz, los personajes bíblicos
representan la Verónica
con un realismo que sobrecoge el corazón. En el Cabanyal todo es similar: vestas
y granaderos procesionan con respetuosa seriedad, Jesús subiendo al Calvario,
María sufriendo su experiencia personal con la mayor dignidad. Me detengo en
las esquinas intuyendo un buen encuadre, pero resulta complicado no dejarse
llevar por la emoción visual y hacer clic
sobre cualquier motivo que al instante se evapora con una nueva propuesta y
otra más. Lo esencial es invisible a los ojos; medito la realidad de la Cruz y obtengo algunas
instantáneas de ensueño.
Cómo cambia todo en pocas horas. Comienza el Santo Entierro
que durante siete horas recorrerá todo el Marítimo, llenando la totalidad de la
cubierta de la embarcación donde participo de esta experiencia tan sublime.
Tomar la procesión general desde diversos ángulos y encuadres es un reto que
merece un respeto: me propongo vivir la experiencia en primera persona, captar
lo esencial, buscar esa otra mirada que llega al interior, que resulta plena,
que llega a colmar la toma gráfica alojando la captura en la tarjeta digital y
asegurando un propuesta coherente a quien la pueda contemplar en el futuro.
Treinta y dos grupos ya conocidos durante estos ocho días
precedentes, en los que busco aquello que les caracteriza, símbolos, detalles y
atributos, personajes emblemáticos que han cambiando sus vestidos y ropajes
para adaptarse al presente de la fiesta: de los Sayones al Santo Sepulcro, se
suceden ante mi cámara cofradías, hermandades y corporaciones que explican la Pasión y Muerte del Señor.
Mi corazón penetra por primera vez en la esencia de la Semana Santa Marinera.
Recorriendo con esta actitud trascendente la procesión general, los encuadres
modifican su ángulo, los disparos son más selectos, las pulilas se contraen
ante cada paso que impacta el alma: el santo Cáliz, el Cristo del Buen Acierto,
Nuestro Padre Jesús Nazareno, la
Dolorosa, la
Veracruz…todo es solemne, profundo y sublime. Las fotografías
son un pretexto para acariciar con la mirada cercana cada momento de la Pasión.
Pasan las horas y sigo en la brecha. La tribuna es la
referencia que indica la última etapa de la jornada. Sólo resta acompañar a las
hermandades del Santo Silencio y Veracruz, seguida del Santo Sepulcro, con sus
fieles, su música y su mensaje espiritual, por la zona más cercana al puerto.
Autoridades religiosas y civiles, representantes de todos los colectivos de la Semana Santa, cumplen su tramo
en silencio meditativo bordeando el Grao hasta finalizar el trayecto: la plaza
del Rosario poblada y expectante contempla cómo el Cristo yacente pasa de la
urna sobre su trono-anda hasta el altar que preside María, Virgen del Rosario. La
última oración, un beso sincero sobre los pies del Redentor y llega el momento
de retirarse. Hay mucho que meditar, las fotografías harán su parte y mostrarán
su sentido.
SENTIMIENTO Y FLASH - LA MAÑANA
SENTIMIENTO Y FLASH - LA TARDE
SENTIMIENTO Y FLASH - LA MAÑANA
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