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14 de mayo de 2014

DIARIO DE AMPARO Y DEVOCIÓN - CAPÍTULO 6.- “Acompañarte siempre, a ti que me guías”

CAPÍTULO 6.-
“Acompañarte siempre, a ti que me guías”

Pasadas las nueve y media de la mañana tomo una decisión que resultará vital. Decido entrar en la Basílica para vivir desde el interior los momentos previos a la salida de la imagen de la Virgen para el Traslado. Una espera en dos fases con una hora por delante que se concreta en apenas dos o tres fotografías. Previamente la imagen peregrina de la Virgen había sido bajada por un grupo de seguidores desde su lugar reservado habitual hasta situarla delante de la capilla de San José y quedándose muchos de ellos rodeando el anda hasta el final; al llegar, junto a ella ya están ubicados en una piña el conjunto de los eixidors, con su característica camiseta naranja cada vez más moderna. Es tiempo de instrucciones, preparativos y también de meditación personal, si bien resulta complicado ese tiempo de silencio respetuoso que se pide desde la organización y no todos cumplen.


Son las diez y las puertas se abren. Una avalancha invade el espacio restante y durante media hora la Virgen recibe muestras de cariño y devoción. Es la previa de lo que será cada paso posterior en el traslado.


Y llega la hora. Nuevamente las nueve campanas de la catedral realizan volteos generales para anunciar la salida de la imagen, como harán al llegar a la calle del Miguelete y cuando la Virgen llegue a la catedral. Mi ubicación a las diez y media es ya en el exterior, a pocos metros de la puerta de la Basílica por la que sale la Virgen en medio de una explosión de júbilo. El manto azul y el sol de la mañana se funden en el gozo  de tantas personas que desean acercarse, tocarla, expresarle sentimientos de un año esperando ese momento tan especial. Es el Traslado desde el santuario hasta la catedral, rodeando la plaza por detrás de la fuente, calle del Miguelete hacia abajo.


Un primer instante con mucha tensión en el que veo peligrar mi integridad por estar demasiado cerca del grupo principal. La cámara y los disparos en ráfaga sin mirar muestran cómo fue el inicio, si bien pasados esos larguísimos segundos todo se reorienta de forma positiva. La distancia de seguridad que me marco resulta casi siempre excesiva y el corazón me pide acercarme una vez y otra a la Virgen: capto algunas imágenes de ensueño que ya son historia personal de la fiesta.


Cuando paso bajo la gran torre campanario de la catedral rememoro años de balcones diversos, fotografías con multitudes aclamando a la Virgen con pétalos y versos de encanto mariano. Ahora yo estoy aquí, lo más cerca que puedo y la veo entrar a pocos metros por entre las rejas de la Puerta de los Hierros: estoy cumpliendo un sueño, porque mi postal histórica desde lo alto en ese mismo sitio queda superada por la fotografía de la Virgen y a su lado el Miguelete hasta el cielo.


Queda el momento culminante, ya vivido con la imagen peregrina en muchas parroquias y poblaciones valencianas: la entrada hasta el altar mayor. Pero en este caso se trata de la Seo, la casa principal, y la experiencia se multiplica hasta llegar a una plenitud sin palabras. El Traslado ha sido rápido y sin incidentes, bien coordinado, con la dignidad que merece la Mare de Déu que ya está situada en el altar de la catedral, que está llena como nunca.



Hacia las doce del mediodía, tras ser aclamada por una multitud tras la mesa del altar mayor durante muchos minutos, la Virgen preside la eucaristía que celebra el arzobispo Carlos Osoro. Sigue siendo María a los pies de la Cruz y Madre de los Desamparados como propuesta para la vida cotidiana. Ella, a quien vale la pena acompañar donde vaya; porque siempre tendrá el acierto de indicarnos en el momento preciso: “Haced lo que Él os diga”.




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