CAPÍTULO 5.-
“Con la mirada de un niño”
Son las 3 de la madrugada
y desde hace varias horas las puertas de la Basílica están colapsadas de
personas que esperan la ansiada apertura. Mis fotografías desde la plataforma
donde tuvo lugar el concierto son un testimonio de ilusión, confianza y tesón
porque esta espera es voluntaria y con un motivo tan justificado con admirable.
Aunque contaba con acceso privado siguiendo el horario oficial, por esta vez
decido acompañar a los primeros en la puerta más cercana y cuento con su
valorada acogida.
Aún falta una hora y esta vivencia es de lo más bello que voy
a recordar de este año. Ante la puerta cerrada, de forma espontánea varias
personas entonan cantos y poemas a la Virgen que escucha –sin duda- a través del
muro. El tiempo se acorta en cada loa a la “Perla del Turia”, cada vítore a la
patrona que al unísono todos proclaman. Dejo constancia aquí de que yo hice mi
humilde aportación relacionando a San Vicente Ferrer con la Mare de Déu y todo el mundo aplaudió a ambos.
Momentos de tensión cuando
se cumple la hora y las cuatro puertas dejan paso a las carreras para tomar la
mejor posición. En mi caso decido el lugar óptimo frente al altar y ante la
mayoría de la gente. Siento que ese espacio estaba reservado para mí y ante el
tapiz que oculta la imagen aún por un tiempo le doy gracias a la Virgen.
Comienza la espera repleta
de aclamaciones, poesías, cantos y gritos por la Mare dels valencians y sin dejar sitio al silencio, uno tras otro
cada verso de amor y fervor al mismo tiempo. El cansancio no deja de avisar,
pero la voluntad de estar presente y captar imágenes a cada segundo supera
cualquier flaqueza. El disparador automático y el monopie elevado me permite
llegar a todas partes.
Emoción sin medida cuando
llega la descoberta de la imagen. Yo la
contemplo con la mirada de un niño, inocente y admirado por apreciarla con tanto
privilegio y un gran deseo de felicidad. “Dios mío, qué bonicas es “, exclama
una garganta casi rota justo a mi lado. El clamor llena la Basílica en un
ambiente indescriptible. Ya estamos contigo, María; sin duda ha valido la pena.
Son las 5 cuando el
vicario general, Vicente Fontestad, preside con un buen número de sacerdotes la
eucaristía de la madrugada. Su homilía sobre la Virgen como estímulo desde su “sí”
a los pies de la Cruz conforta los corazones dilatados de cientos de devotos
que tanto admiran a la primera cristiana también en Valencia.
Mi compromiso de enviar
fotografías -para que la agencia de noticias AVAN pueda distribuirlas a los
medios de comunicación a primera hora del día- me obliga a regresar a mi
estudio doce horas después. Son las siete y cuarto cuando cumplo mi cometido;
apenas quince minutos para unos ejercicios de estiramiento en casa, un
desayuno consciente y estimulante, revisión del equipo y nuevo a la calle.
Tomo conciencia de que ya es de día en la jornada de la fiesta grande. Las campanas de la catedral ya han realizado el "toque del alba". La Missa d´infants ha perdido la tradición de multitud de coros
infantiles para cantar a la Virgen en la eucaristía de las 8 de la mañana.
Preside el arzobispo Carlos Osoro, concelebran obispos y sacerdotes; presentes
las máximas autoridades municipales y autonómicas, acompañan invitados de excepción
y miles de personas devotas como desde antaño.
En el centro de la zona
reservada está Claudia Villodre con su corte, que al finalizar la misa rezará
en nombre de todos los niños y protagonizará una ofrenda floral ante el altar.
Destaco la homilía del prelado sobre la Virgen como Madre de la Humanidad en
Juan, el discípulo amado que nos representa en la acogida y el amparo mariano.
También la carta del Papa Francisco, leída por el rector de la Basílica Juan
Bautista Antón, para reconocer la labor histórica de la Archicofradía de la
Virgen en estos 600 años que cumplirá el próximo 1 de agosto.
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